lunes, 17 de abril de 2017

Perdida en la oscuridad

       


       Cuando me desperté yacía sobre una vieja camilla, incapaz de realizar movimiento alguno. Cada intento por levantarme no hacía más que aumentar el intenso dolor que sentía, sobre todo en la cabeza; apena lograba concentrarme. Inmóvil, indefensa, comencé a escuchar una susurrante voz lejana, acompañada a su vez por siniestras y diferentes voces procedentes de la oscuridad. Me llamaban, podía sentirlo, susurraban mi nombre, pero no estaba segura de querer saber quienes eran los emisores.
    Una vez logré ponerme en pie, aun con varias dificultades, pude ver por fin donde me encontraba. Aquel lugar era una sala médica de madera, llena de estanterías con diversos artefactos extraños y camillas por doquier. El estado de aquel lugar resultaba realmente deplorable, consecuencia de los largos años de abandono. Pero algo más ocupaba ese lugar, una espesa sustancia negra brotaba de las paredes y formaba oscuros charcos, los cuales se veían especialmente sombríos.
    Parte de mí quería quedarse en esta habitación para averiguar que era esa cosa, pero no creo que mi curiosidad debiera prevalecer sobre la prudencia. Salí entonces del aquel cuarto y me adentré en un deteriorado pasillo oscuro y, en cierta medida, misterioso. Sin embargo, allí yacía un cadáver humano rodeado de velas negras; carecía de ojos y la sustancia negra emanaba de las cuencas, cubriendo poco a poco su piel inerte. Sé que algo así debería provocar miedo, incluso nauseas, pero solo era capaz de preguntarme como había acabado así.
     Proseguí con mi camino, intentando olvidar aquello que había visto, siguiendo aun las voces que parecía guiarme desde la oscuridad. Bajé a continuación por unas chirriantes escaleras hasta llegar a una pequeña biblioteca realmente desordenada, aunque conservaba parte de su encanto. No obstante, todos los libros allí presentes estaban vacíos, cosa que me extrañó de sobremanera, sin embargo, no le di mucha importancia. ¿Quién habría construido este sitio?
    Entonces, ya decidida a abandonar este sitio, dirigí mis pasos hacia la única puerta y me adentré a la siguiente habitación. Ojalá no me hubiera despertado, pues lo que vi al otro lado parecía salido de una mente enfermiza. Cadáveres desnudos colgaban del techo, unos pocos adornaban las viejas paredes y el resto fueron apilados por toda la habitación; esa cosa negra los cubría a todos. Pero mi mirada se desvió hacia el centro, donde se encontraba un círculo de velas negras casi desgastadas. Justo en mitad de este aguardaba un mujer de cabellos azabache, con una venda ensangrentado cubriendo sus ojos y varias costuras por toda la cara uniendo segmentos de piel. Ella solo me sonrió, abriendo varias heridas en el proceso, pero no parecía importarle.
   Oh... has llegado dijo ella, haciendo alarde de una fría y susurrante voz. Bueno, ¿quieres jugar?